domingo, 8 de mayo de 2011

Fotos

Entre tomo y toma, va tomando conciencia de que nunca la había visto así. Le había hecho el amor infinidad de veces. Pero siempre en una oscuridad tan espesa que había tenido contentarse con adivinarla apenas, con que las manos descubrieran lo que se ocultaba a los ojos. Por eso se sorprendió cuando ella, después de tanto meses de vivir separados, accedió a posar para él.
-Hace frío-dice ella, y se arrepiente enseguida, no sea que él piense otra cosa. Por las dudas, corrige con un leve fastidio:-¿Falta mucho?
Él esquiva:- Ponete un poquito de costado. No, para el otro lado. Eso:-así está bien-y dispara.
Ella se siente rara: ya hace más de una hora que él está fotografiándola y la sesión parece no terminar nunca. El silencio es casi insoportable. Ni la música puede cubrirlo.Y qué música vino a elegir él: aquellos temas de Norah Jones...
Trata de no pensar.Mira las parede enpapeladas por fotos de mujeres semidesnudas. Las mismas fotos que en otra época le encendían en las entrañas. De pronto, un impulso oscuro e incontenible le hace decir:-Me tengo que ir. Me voy.
-La última, la última-pide él.
-Bueno- consiente ella-la última-. Y mira hacia la cámara.
Mientras se viste lo más rápidamente posible, piensa que él va a ofrecerle un café. Él no le ofrece nada. Mejor, porque ella ya dijo que se tiene que ir. Se despide y se va.
Él se sienta en el piso. Cierra los ojos. En un descuido, abre la máquina. Por un instante se estremece, pero en seguida advierte que no hay peligro: no la había cargado. A ella le ha tomado otro tipo de fotos, esas que no se velan y quedan grabadas para siempre en la memoria. Las que empapelan las paredes de los amores perdidos.
(Patricia Calvelo)