Sonríe y quiere comprar mi buen humor con el alfajor viejo que tiene en su bolso. Se hace la buena persona delante de una amiga que encontró en la calle mientras mirábamos vidrieras.
No participo de la charla. Imagino terminar el día lejos suyo. Todavía no recuerdo que hago ahí, no debería haber respondido a su invitación. No debería hablarle. No tendría que estar ahí pero sin embargo estoy y eso (aunque este masticando el alfajor) no me pone de buen humor.
Los finales siempre son iguales, tiramos sobre la mesa palabras dolorosas, tratamos de odiarnos más de la cuenta, reclamamos cosas que lejos estar a nuestro entender, lloramos, y nos alejamos para no vernos las caras durante un tiempo, pero el ese odio se transforman en una ternura inmensa cuando vuelve a tenderme la mano como cuando me enseño a vivir.
Mañana volveré a ser la chica criticada, mal educada, y odiosa en su vida, y yo volveré a decirle que lejos esta de mi querer, pero esas mentiras no las creeremos jamás.
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