Mientras revolvía los discos de vinillo de Margarita trate de masticar algunas palabras para abandonar la monotonía de revolver y revolver sin pronunciar ni un sonido. Recordé que, en realidad, no quería estar allí, no sabía ni que buscaba pero sabía que debía comprar algo después de haberme pasado diez minutos desacomodando la estantería. Lo miro a Diego con cara de sueño como manejando un código gestual que simplemente ambos podamos entender. El canal falla. Diego no capta absolutamente nada. Toma entre sus manos un viejo cassette, que se ha intrometido en la estantería de los discos de vinillo. Me lo muestra y yo con una mirada totalmente indiferente trato de menospreciarlo hasta que reconozco tu letra entre los tres renglones del dorso que tiene ese cassette.
El viejo cassette de Pantera, ¡tu viejo cassette!, ¿que hace ahí? Me invade la emoción de las casualidades, de esas que siempre charlo con vos mientras escuchamos música en la vereda. Le saco el cassette a Diego, sin darme cuenta de la rapidez de mi obra. Soy clara “a este cassette me lo llevo yo, vos buscate otro!”. Él sin el menor reparo no me dice nada y sigue revolviendo las cajas hasta que se cansa y se sienta en una mesita pequeña de madera.
Por fin tengo tu cassette entre mis manos. En el dorso llevaba remarcado tu nombre completo con marcador negro. Abro su cajita de plástico transparente con bordes negros. En su interior, como patas de araña, se desplegaba una breve dedicatoria “Eugenia sos lo mejor que me paso en la vida. Te amo”,
Fueron tres segundos de lectura, en los cuales mi sonrisa se convirtió en un gran gesto de asco.
Diego sin entender nada ni me habla, ni me mira. Atina a despedirse con un gesto de mano. Mi amigo me acaba de dejar sola, después de haber leído esa dedicatoria absurda en tu cassette viejo. Tengo unas terribles ganas de matarte y preguntarte quien es esa Eugenia.
Salgo de la tienda de Margarita. Recorro las calles de tu barrio. No te encuentro. Paso por la vereda de tu casa y leo un pasacalle ubicado justo frente a tu puerta, “Eugenia te amo”. En ese segundo me decido a matarte, sin más vueltas.
Murmurando insultos me despierto con un dulce beso tuyo. Y entre risas, te abrazazo, te beso, te cuento mi sueño, y me decís soltándome la mano “Uy! ¡Mi cassette de Pantera, creo que no lo tengo che! ¡¡¡Cierto tengo que ir a ver a mi novia!!!”.
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